lunes, 7 de septiembre de 2009

A PROPÓSITO DE LA EQUIDAD EN LA EDUCACIÓN BÁSICA

Por Alberto Álvarez Gutiérrez (Director del Departamento de Educación de la UIA León)

Vivimos en un escenario social emergente de nuevas culturas y de cambios vertiginosos en las condiciones de vida. El Estado ha dejado atrás su papel de orientador de los procesos sociales de integración, los servicios y el mundo laboral se han mercantilizado, y la desigualdad y la exclusión se han profundizado a pesar de los esfuerzos para evitarlas, originando la crisis de cohesión social que vivimos.

En esta nueva sociedad se modifican las dinámicas familiares y procesos de socialización, las subjetividades e imaginarios socioculturales, las prácticas de los alumnos, maestros, directores, programas, funcionarios y políticos; en síntesis, nuevas condiciones de vida que ponen en riesgo las condiciones de educabilidad.

De todos es sabido que la educación en México padece problemas que van mucho más allá de lo material. La crisis de cohesión social derivada de la creciente desigualdad propicia cambios profundos de valores, actitudes y expectativas, que impactan la cotidianeidad de nuestras escuelas.

En este contexto, el sistema educativo mexicano queda enfrentado a múltiples desafíos que dificultan la posibilidad de ofrecer una educación de calidad para todos con estrategias educativas que respondan a la gran diversidad de realidades que existen en nuestro país y que garanticen resultados positivos equivalentes en los diferentes escenarios.

Es claro que para aspirar a ofrecer una educación de calidad para todos, resulta necesario transitar hacia una política integrada de desarrollo. Pero ¿nuestro sistema educativo está en condiciones de desarrollar estrategias que respondan efectiva y eficientemente a los fenómenos de exclusión y marginalidad?, ¿o debemos aceptar que estamos ante circunstancias inéditas frente a las cuales no existe alternativa posible?

¿Cuáles son los conocimientos básicos que deben ser garantizados para todas y todos y que permiten a cada quien desarrollar proyectos educativos individuales?, ¿cuál es el capital social que hace posible la educabilidad, que hace posible tener éxito en la escuela?, ¿cómo desarrollar acciones orientadas a que todas las niñas y niños de nuestra diferenciada geografía social sean educables?, ¿cómo garantizar que la educabilidad sea el objeto de las políticas sociales y educativas?

La educación básica distribuida con el mismo patrón que las diferencias sociales, no es compatible con la vocación democrática de nuestro país y estado; aún no tenemos la educación básica que necesitamos para apuntalar la construcción de un país democrático y justo como el que todos anhelamos. Tendremos que reconocer la centralidad del papel de los actores sociales del proceso pedagógico para construir esa educación utópica.

Artículo publicado en el Periódico AM. El 5 de septiembre en la sección Ibero Opina

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