Una de las funciones de la educación es promover el aprendizaje de actitudes que permitan a los alumnos insertarse en una sociedad compleja, cambiante y pluralista. Desde esta perspectiva, enseñar actitudes de aceptación a la diversidad en la escuela contribuye a construir valores de convivencia y a formar ciudadanos en un espíritu de apertura ligado al concepto de dignidad humana y de respeto por las personas con sus diferentes capacidades, creencias, religiones, historias, ideologías, géneros y rasgos culturales.
Es bien sabido que cada persona es un ser singular, con capacidades físicas, intelectuales, afectivas y sociales desarrolladas en modalidades y tiempos diferentes.
Se educa para la convivencia cuando se generan acciones con el fin de que los alumnos aprendan a compartir y logren resolver situaciones cotidianas en el intercambio con otros.
El grupo escolar es un espacio de pertenencia fundamental para los alumnos y alumnas , en él se experimentan situaciones que suelen reflejar lo que sucede a diario en el contexto social en que viven. Es por esto que la vida grupal ofrece condiciones ideales para realizar una tarea de reflexión y de cambio actitudinal. Para ellos será necesario que se ayude a los alumnos a que revisen las acciones propias y ajenas que favorecen o entorpecen la relación con los pares y la resolución constructiva de los conflictos.
También se considera importante el análisis de modelos y valores que la sociedad ofrece, para descubrir en ellos aspectos positivos para imitar o para identificar aquellos que, muchas veces de manera inconsciente, influyen en las conductas en forma negativa.
Involucrar a los alumnos en actividades de participación real desde la escuela hacia la comunidad favorecerá el pasaje del plano discursivo al de la acción para lograr un aprendizaje verdaderamente significativo.
Esto puede ponerse en marcha desde el contexto del aprendizaje cooperativo-colaborativo, entendiendo que colaboración y cooperación son instancias simultáneas que dan la posibilidad de superar el individualismo, sin negar la importancia de las individualidades en el accionar grupal.
Este abordaje implica tomar a la comunidad educativa desde una perspectiva holística que integre a todos los actores intervinientes: docentes, padres y alumnos, en un rico intercambio de roles en el que el liderazgo es compartido, concensuado, flexible y rotativo.
Varios estudios han concluido que hay diferentes maneras de ser “inteligente”. Por lo tanto, no se puede hablar de “una inteligencia”, sino de “las inteligencias” puesto que cada persona contamos con distintas habilidades, es capaz de ver la misma realidad desde diferentes perspectivas subjetivas de acuerdo con sus experiencias vividas y no todos responden de la misma manera. Cada uno, como ser singular, construye su propia modalidad: hay quienes gustan de trabajar lentamente, otros con rapidez, en silencio, con música, al detalle…, ya que cada uno capta la información tomada de la realidad de acuerdo con los sentidos más desarrollados o predominantes. Es por ello que se encuentran personas que tienen más acrecentado el campo “auditivo”, otros son más “visuales” o “kinestésicos”, otros más “lógicos”, o más “verbales”. Esto ayuda a hacer hincapié en la cuestión de la diversidad y la valoración de las diferencias.
Desgraciadamente muchas veces se relaciona la inteligencia con el éxito y la concreción de logros exclusivamente académicos, y peor aun, se quiere reducir la calidad educativa o una buena escuela a los resultados de aprendizaje obtenidos en una medida de evaluación como la de ENLACE. “Se puede decir, que todos somos inteligentes”. Los logros son procesos a construir y no exclusivamente resultados.
Los contactos intergrupales y la necesidad del otro exigen cooperación grupal y mejoran la convivencia, se afianza la autoestima, se ayuda a desarrollar la autonomía, se reconoce que todos son capaces de aprender, se respetan las diferencias, etcétera. Ca persona tiene su propio ritmo de aprendizaje, diferentes maneras de captar la realidad, distintas maneras de expresar lo aprendido. Al unirnos por la diferencia se pierde el temor al ridículo, a las buenas calificaciones escolares y se entiende el error como una posibilidad de crecimiento personal.
Ma. Guadalupe González Garza. Escrito para el periódico El Heraldo
Sección local de León, Gto.
Domingo 14 de Diciembre 08
